El amaño de partidos y el uso del watsapp. Un caso real.

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Después del escándalo generado por las sanciones por amaños de partidos perpetrados en Brasil, donde varios jugadores y ex futbolistas fueron detenidos por arreglar encuentros para ganar dinero en apuestas, asumimos la defensa de uno y por eso te mostramos en qué consiste y cómo se generan este tipo de delitos.

De acuerdo a lo estudiado, son varios los pasos que se deben orquestar desde la selección del partido a manipular, hasta el cobro por parte de los implicados.

¿CÓMO SE AMAÑA UN PARTIDO?

Primero se selecciona un partido en diversas casas de apuesta, mismos que generalmente coincidían con el inicio o final de la temporada

Una vez seleccionado el encuentro, se fijan las apuestas que, por lo regular, son combinadas durante el transcurso del juego, tales como el marcador al medio tiempo, primer equipo en anotar, jugadores que marcarán gol, primera tarjeta amarilla, número de tiros de esquina, etc. Lo anterior aumenta el número de ganancias por encima del simple resultado.

El tercer paso es contactar con los miembros de los equipos a los que buscan sobornar, generalmente se trata de los capitanes, defensas o arqueros, pero puede variar. Una vez aceptado el amaño se pactan las cantidades que cada implicado recibirá, a quienes se les entrega una primera parte del monto.

Por último, una vez consumado el marcador arreglado y los términos de la apuesta, se entrega la segunda parte del dinero acordado.

De acuerdo con la FIFA, el amaño de partidos o matchfixing es una práctica que consiste en influir o alterar de manera ilegítima, directa o indirectamente, por acción u omisión, el curso, el resultado o cualquier otro aspecto de un partido o una competición de fútbol. Es decir, puede ser desde una tarjeta amarilla provocada con intención hasta que el árbitro deje de marcar un penalti, por citar dos ejemplos.

El organismo rector del balompié internacional ha detectado dos motivaciones para que se cometa un arreglo de partido:

  • Deportiva: acción desleal con el fin de conseguir una ventaja en la clasificación
  • Económica: obtener ganancias monetarias, mediante apuestas deportivas

El Código Penal colombiano y Venezolano no contempla expresamente el amaño de partidos, la corrupción deportiva o el fraude deportivo, como un delito.

En Colombia el amaño de partidos pasa desapercibido, en un país con tan altos índices de criminalidad y descomposición social. Sin embargo, desde hace años la Interpol y, sobre todo, la justicia de los Estados Unidos, viene investigado la red de corrupción que acecha al fútbol, caso conocido como “FIFA Gate”. También serias investigaciones periodísticas, como la del inglés David Yallop (“¿Cómo se robaron la Copa?”), han denunciado el entramado mafioso que domina a este deporte, por lo menos desde comienzos de la década de 1970, con amaño de partidos orquestados desde la dirigencia del deporte, en contubernio con dictaduras militares, gobiernos civiles, casas de apuestas, periodistas deportivos y cadenas de televisión.

En Venezuela la Federación Venezolana de Fútbol ha tomado cartas en el asunto y trabaja incansablemente para evitar que estos hechos sigan sucediendo.

A diferencia del Colombiano y el Venezolano, el Código Penal español si contempla como delito el fraude deportivo, al tipificarlo como aquella conducta en la que el autor prometa, ofrezca o conceda a los directivos, administradores, empleados o colaboradores de una entidad deportiva, cualquiera que sea la forma jurídica de ésta, así como a los deportistas, árbitros o jueces, dádiva que tenga por finalidad predeterminar o alterar de manera deliberada y fraudulenta el resultado de una competición deportiva profesional.

A raíz del escándalo “Totonero” en Italia, se penalizó el soborno deportivo. También el fraude deportivo está expresamente consagrado como delito en Portugal.

Aunque en Colombia y Venezuela no hay expresa penalización del fraude deportivo, no obstante, podría sugerirse que mediante otros tipos penales es posible castigarlo. Ya que no podemos obviar que existe un elemento central el engaño, mediante el cual el autor obtiene un provecho ilícito para sí o para un tercero, con perjuicio ajeno, incluyendo las modalidades de lotería, rifa o juego.

Mas allá que el juego y el deporte son conceptos diferentes, podría plantearse que el amaño de partidos sería una maquinación fraudulenta, mediante la cual los aficionados podrían sentirse víctimas, en particular los que demuestren haber sufrido un perjuicio económico, pagando tiquetes de entrada o suscripciones de televisión por cable, para ver un espectáculo del cual esperan absoluta transparencia.

Los aficionados que no hayan ingresado al estadio el día del amaño ni pagado la suscripción de televisión, no serían víctimas de estafa, pues el bien jurídico tutelado es el patrimonio económico.

Sin embargo, frente a los fanáticos que, si gastaron ese dinero, muchos podrían contrargumentar -y con razón- que el fanatismo infantiliza aficionado, de tal manera que lo aleja de toda diligencia y cuidado que se le exige a la víctima frente al delito de estafa, como lo es obrar con la diligencia de “un buen hombre de negocios”. 

La falta del deber de diligencia también podría extenderse al mercado de las apuestas deportivas, donde el fanático-apostador solo tiene dos posibilidades: ganar o perder una apuesta al azar. Apostar significa arriesgar algo que supuestamente se valora por un simple azar. Sería difícil configurar la estafa en el mercado de las apuestas deportivas, frente a un fanático infantilizado que arriesga su dinero por un azar o por hecho externo a él.

Resulta paradójico pretender ver al “monstruo” del Derecho Penal solucionando este conflicto social, en el que los individuos nos dejamos arrastrar libremente por la manipulación masiva a través del espectáculo circense de la televisión, las apuestas y el fútbol.

Ahora bien volviendo a nuestro caso, las pruebas fueron obtenidas de una conversación realizada vía watsapp, decidiendo el Tribunal lo siguiente:

La integridad de una conversación por watsapp es un juicio técnico de tipo objetivo, que va más allá de la credibilidad de una conversación, juicio de tipo subjetivo.”

Que la conversación sea creíble, no significa que sea integra.

La validez de una conversación de watsapp o similares aplicaciones, está sometida a tres criterios:

a) Que se acredite el origen de la comunicación.

b) Que se acredite la identidad de las personas.

c) Que se certifique la integridad del contenido.

Razón por la cual nuestro cliente, futbolista Brasileño quedó exonerado de toda responsabilidad.

 

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